
Desde el punto de vista económico no hay dudas. En su primera emisión la "segunda parte" fue sintonizada, sólo en EE.UU., por más de 17 millones de personas (más que Chile completo). A ello se suma la cantidad de productos anexos que potenciaron la aceptación del público, como discos, vestimentas, tours y hasta el interés por ver desnudas a las protagonistas del film
El desafío entonces era superar la primera historia. Y el problema es que aún no logro definirme. A los ojos de sus adolescentes seguidores, la película estrenada el sábado sobrepasó todas las expectativas, pero a la vista de los "más grandes" algo faltó. Es cierto, los bailes y las canciones siguen el ritmo de su predecesora y las enseñanzas "a lo Diney" resurgen con fuerza (más que en la primera), pero tal vez la necesidad y obligación de superarse jugó en contra. Básicamente el cuento es el mismo, sólo en un escenario nuevo, más colorido y altamente semejante a la ya clásica Grease. Por lo tanto le daré más tiempo; tal vez, al igual que con la entrega inicial, mi gusto por la cinta aumente con el número de veces que la vea. Y lo mejor de todo es que Disney no dudará en repetirla las veces que sean necesarias para transformarme en uno más de los impacientes espectadores que ya esperan la tercera parte. Ese es el efecto subliminal.
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